viernes, 6 de noviembre de 2009

El producto del cine

Una vez recibí un premio, por un cortometraje que nunca me gustó. Y allí, un no-tan-buen director de cine me dijo que no me hiciese nunca director, que nadie vivía del cine. Ahora, sé que algo de cierto hay en sus palabras. Otra parte, es una mentira, se necesita vivir del cine, sólo que no se puede.



No se puede. Y me he ideado una demonstración puramente económica para probarlo. Hacia 1970, una cantidad de autores pertenecientes a la Escuela de Fráncfort. Entre ellos, Teodoro Adorno. Este tipo enunció lo que se vendría unos años después: la construcción de una industria cultural. No es un secreto para nadie que los de la Escuela de Fráncfort se inyectaban altas dosis de marxismo. Para ellos, el capitalismo había transformado la cultura en un producto. Y el cine es cultura y producto. La cultura, entonces, se convirtió en un bien mercante, que posee, como es un natural, un mercado, una oferta y una demanda. En este marco, la cultura, en su forma de objeto artístico, se reprodujo, se expandió y se vendió. Que eso suceda no quiere decir que sea rentable:



Una obra artística, en esa lógica, es la innovación necesaria que permite crear una reproducción de unidades, en cadena o por demanda. Sucede que con el tiempo, como las expresiones artísticas no suelen ser clásicas, no perduran infinitamente en el tiempo, nadie las vuelve a pedir, nadie las vuelve a ver: el costo marginal de la unidad de producción se reduce; y el benefició también. Normal fue preguntarse cómo hacer para que estas unidades de producción perduraran en el tiempo. Esa respuesta se la preguntan los artistas, los cineastas. A los del dinero, se les ocurrió producir en masa bienes culturales absolutamente asequibles y comprensibles. Lo que difundiría un modo dado de vida. Ese es un asunto muy interesante, pero quedará para otro post.



No se puede vivir del cine, porque la máquina sólo proyecta, y a veces se daña. La producción creativa e intelectual es limitada. Tan limitada es, que hace un buen tiempo no publicaba nada. El cine para las masas es maravilloso. Y el que no lo ven las masas, no porque no sea para ellos, parece un tesoro escaso y en vía de extinción; de eso no se puede vivir.


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Aquí, nunca quise mostrar la dicotomía clásica que tanto detesto: el cine comercial y el de arte. Eso solo son pretensiones que buscan reunir arte e industria. El cine, es un medio, es un espectáculo, es un arte, es un vicio. Y todo eso revuelto. No vayan a creer que hay dos tipos de cine. Y con esta aclaración dejo las puertas abiertas para otro post.